Desde 6to de primaria tengo perro, se podría decir que toda
mi vida. A los 2 años haber fallecida esa primer perrita que tuvimos
prácticamente toda mi adolescencia, inspirada por la película “Marley y yo,” me
entró la necesidad de tener otro perro.
Mientras estuve en la búsqueda de este nuevo integrante de
mi familia, leí un poco sobre varias razas y su comportamiento; pues como me la
vivo trabajando, cuando llego a casa, por lo general llego demasiado frita. En
mi vida personal soy muy sedentaria, por lo que un perro enérgico no sería la mejor
opción para mí.
En el 2009, después
de esta pequeña investigación, llegó a mi vida Yako, una miniatura de Snauchzer
de mes y medio. Una cosa chiquitina y hermosa. Como casi todo Snauchzer, Yakimeshi
tiene un temperamento nervioso, pero en general es tranquilo. Es feliz viviendo
en un departamento. En sí, es desconfiado con casi todas las personas; veces asusta
porque su ladrido es estruendoso e imponente.
Le gusta viajar en carretera porque desde chiquito lo
acostumbré. Cuando me mudé de regreso a Chilangolandia, se vino conmigo; cuando
me regresé al Puerto, regresó conmigo. Me aguanta mis debrayes y decisiones
extremistas.
Cinco años después, llegó Matilda, una perra adulta
rescatada de la calle. Ella es muy tranquila, sobre todo con las personas. Deja
que los niños se le suban, le jalen las orejas y en cambio se voltea para que
le hagan pancita. Yako jamás permite se le acerquen; es más les huye a los
niños.
Matilda es muy tolerante. Sin embargo, después de haber
vivido 3-4 años en la calle, aprendió a defender su territorio de otros perros,
a quienes les gruñe o ladra hasta espantarlos. Incluido mi Yakito. Pero bueno,
dentro de lo que cabe, aprendieron a convivir juntos porque no les queda de
otra.
En enero del 2017, llegó mi gotita de Miel. Una gatitilla
muy querendona, que se deja cargar, juguetear y se robó mi corazón. Tenía como
3 meses cuando empezó a aparecer en mi garaje. Su carita de bebé me ganó y me
dije, “si se deja agarrar, la meto a mi casa.” Dicho y hecho, lleva al menos 2
años demostrándome que hace lo que hincha su regalada gana.
Me encantan los animales. Soy de esas personas a las que se
les derrite el corazón más con un perro que con un bebé. Incluso los animales
que me dan miedo o asco, trato, en la medida de lo posible, respetar su derecho
a vivir. . . lejitos de mí.
Si leyeron mi post anterior, Conviviendo con Dinamita, narré
cómo levanté a una cachorrita de la calle. Sé que la mayoría de las personas, no
ve a un cachorro e instintivamente lo mete a su casa. Yo lo he hecho 3, 4 veces.
Por lo regular, el mismo día he tenido la fortuna de encontrarles hogar. Con Dinamita
no fue así. Entre que meditaba si quedármela o no y encontraba un hogar
adecuado para ella, duró un mes en mi casa.
No es una mala cachorrita, es bastante tierna, pero como todo cachorro es una balita. Necesita espacio y quien jugar. La bimbocha tiene energía; mi depa y yo le quedábamos chicos. Además mis perros ni pelaban a la pobre; a sus 7 y 10 años, ya no están para perseguir cachorros.
Fueron algunos los que me contactaron queriendo adoptarla. Me
escribieron un par de personas que querían regalársela a sus hijos de 4, 5 años.
No es por mala onda, pero en lo personal no recomiendo cachorros con niños tan
chicos.
Seamos sinceros, adivinen quiénes tienen que recoger sus
gracias, limpiar lo que tiran o rompen. Un niño pequeño no tiene la capacidad
de asimilar tal responsabilidad, muy probablemente hará berrinche cada que le
pidan que limpie. Los papás son quienes terminarán haciéndose responsables de
limpiar y enseñarles a sus hijos a cuidar de las mascotas. Los chamacos no
nacen sabiendo.
Para mí, cuando se tienen hijos chicos, lo mejor es empezar
con mascotas más sencillas de cuidar, perros ya entrenados, roedores, peces,
etc. Una responsabilidad fácil para ir probando y aprendiendo. Así mismo,
particularmente a los cachorros hay que entrenarlos también porque tampoco
nacen sabiendo. Además una cachorra que vivió más tiempo en la calle que una
casa, no sabe seguir reglas. Necesita disciplina y mucha, mucha, mucha paciencia.
Entonces, a estos adoptantes opté los abrirlos por default; me la iban a
terminar regresando cuando vieran que es más responsabilidad de lo que imaginan.
Se los llevé a otra familia que me gustó mucho. Una familia
compuesta por hijos adolescentes y universitarios. Hubieran sido los adoptantes
perfectos; sin embargo, su actual perro demostró que no estaba dispuesto a
compartir su territorio. Temí que si la dejaba pudiera lastimarla así que mejor
me la llevé de regreso.
Posteriormente dos de los vecinos de mi colonia me
preguntaron por ella. Con uno quise hacer el experimento de dejársela una
noche. Cuando la dejé todo bien, sus hermanitos y él felices de tenerla, pero la
mañana siguiente que paseé a mis perros, vi que dejaron a la pobre amarrada bajo
el sol en el patiecito de su entrada. No había nadie en la casa. ¿Por qué dejan
a los perros friéndose bajo el sol? Más siendo el sol de Veracruz. ¡¿En qué
cabeza cabe hacer esto?!
A las dos horas regresé y como no habían regresado, decidí llevármela
cargando de vuelta a mi casa. Para mí, raya en lo inhumano. Ignoro a las cuántas
horas se deshidrata un perro, pero definitivamente, no me iba a poner a
averiguarlo.
La otra vecina, como en su patio tiene tres perros agresivos,
quiere un perrito que esté encerrado en su cuarto. No me pregunten porqué; tampoco
entiendo la razón de este capricho. Evidentemente, una cachorra enérgica no es
la mejor opción para tenerla encerrada en un espacio más pequeño que mi depa. Esta
chica lo que necesita es un perrito faldero que sí aguante el encierro; no la Dinamita.
Descartada.
Unos amigos de mi papá también hicieron una prueba una
noche. Lamentablemente, no les fue bien. Como apenas está aprendiendo a hacer
pipís fuera de la casa, se quedó a dormir en el patio; al quedarse solita en un
lugar desconocido, estuvo llorando toda la noche, no permitiéndoles dormir. Ninguno
durmió esa noche, por lo que me la regresaron.
Por último, la semana pasada, me contactó un amigo de mi
hermano. Un chico en sus treinta que tiene ya tres perras a quienes les ha
enseñado a convivir bastante bien. Cuando lo visitamos en su casa, nos sentamos
dos horas en el suelo de su patio a platicar. Pude ver lo educaditos y
amigables que son sus perritas, lo cual me dio una señal de la buena mano que
tiene con las mascotas. Me dio varios consejos sobre cómo alimentar mejor a mis
perros y en general, me hizo sentir que es alguien igual de preocupado por los
perros que yo. Al final era lo que buscaba para dar en adopción a la Dinamita.
A decir verdad, amo a los perros, mucho. Sin embargo, ya no
tengo paciencia para una cachorra. Hubo días que me ganaba la desesperación y
el enojo. La llegué a regañar feo varias veces. No es lo mismo tener un
cachorro a mis 24, la edad que tenía cuando llegó Yako, que a mis 34; menos con
la cantidad de trabajo que tengo actualmente. Lo único que quiero cuando llego
a mi casa es descansar. Las semanas que tuve a Dinamita, llegaba a limpiar y
trapear, lo cual era bastante cansado.
Creo que Dinamita se quedó con el mejor adoptante. Sé que la
va a cuidar mucho mejor que yo y la va querer tanto como yo. Además me gustó
que al ser un amigo cercano de mi hermano, me va a mantener al tanto de su
crecimiento. Te deseo lo mejor con tu nueva familia y tus nuevas hermanitas, mi
Gremlin Bebé hermosa.
Dinamita jugando con sus nuevas hermanitas
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