En el 2001, tuve en mi primer
accidente automovilístico. No se alarmen, no iba yo tras el volante. Estuvo dos, tres fuerte: una noche en el hospital,
collarín un mes, dos semanas de “absoluto” reposo. Para mi mala suerte, justito
un año después choqué de nuevo, me patiné en un chubasco, esa vez sí fue mi culpa
aunque esa ocasión no se involucró al hospital, sólo el collarín y el reposo.
De ahí mi espalda y cuello se
vinieron para abajo. Recuerdo que desde los primeros semestres de la carrera (más
o menos, periodo en que sucedieron), seguido cuando me iba de antro, fiesta, o
a un concierto, regresaba con un dolor de cuello espantoso, como si hubiera
hecho pesas con él (WTF?!). Sigue pasando, pero ya no es necesaria la fiesta
para que me duela. En su momento, jamás la di importancia, como buena
adolescente, simplemente pensé que se me pasaría con el tiempo.
De nuevo en el 2009, volví a
chocar. Otra vez mi culpa. Me quedé sin frenos y antes de llegar al taller en
un frenado en seco, yo no pude frenar. El cofre de la Brigitte, mi carro en
esos tiempos, se hizo cual acordeón.
En ese accidente le agregaron
terapia física a la recuperación por mi bello historial accidental. A partir de
ahí de plano valió todo cacahuate, por algunos años, estar sentada o parada más
de 3 horas se sentía como un infierno en mi espalda y cuello. Fue horrible.
Acudí con un huesero un par de
ocasiones, por un buen lapso fue masoterapeuta, también estuve como un año y
cacho con un quiropráctico y yendo a yoga, lo que ayudó bastante a que al menos
pudiera aguantar sentada toda una jornada laboral de 8 horas sin volverme loca.
Lamentablemente, aunque sí
ayudaron, no me curaron al 100%. Aún estoy diagnosticada con lumbalgia y
cervicalgia; es decir, mi columna está chueca a la altura de las lumbares y mi
cuello perdió un poco de su curvatura natural.
El tiempo que estuve en el DF,
empeoró un poco pues mi jornada diaria los últimos 6 meses
aumentó dos horas al día.
Pensé que mudándome de regreso a
Veracruz, de alguna u otra manera, mejoraría. Lo extraño fue la primera semana
y media en el Puerto aumentó el dolor exponencialmente. Me dolía el cuello como
si me fuera a explotar, acompañado de largos e intensos, pero ocasionales
dolores de cabeza.
No supe si era migraña. Tal vez
habrá sido el esfuerzo de la mudanza y todo lo que tuve que mover y cargar, el
cambio geográfico por el cambio de la presión atmosférica (puede ser que
afecte), el trabajo en sí. Quién sabe.
Ya ha ido disminuyendo las
últimas semanas, aunque la sensación de ardor no se va por completo. Por el
momento.
¿Les soy sincera? No tengo ni las
más remota idea de a qué médico recurrir para tratar esto. No sé si sea bueno
regresar con el quiro, ir con un fisioterapeuta, tratar con un traumatólogo,
alguien habrán mencionado incluso hasta ortopedistas. Obvio lo que quiero es
que me curen, no que me traten con chochos y pastillas el dolor sin tratar mi
columna como tal porque eso no sirve de nada. Quiero que me curen mi columna,
la quiero, me gusta, me sostiene y la necesito bien para vivir bien todo lo que
me falta vivir.
En fin, si saben de alguien,
preferentemente en Veracruz, ahí se los encargo queridos lectores.
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Imagen obtenida del Indie Emergente |
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