lunes, 8 de junio de 2015

Jodida

Chocoaventura por Rana Existencial en 11:24

En el 2001, tuve en mi primer accidente automovilístico. No se alarmen, no iba yo tras el volante. Estuvo  dos, tres fuerte: una noche en el hospital, collarín un mes, dos semanas de “absoluto” reposo. Para mi mala suerte, justito un año después choqué de nuevo, me patiné en un chubasco, esa vez sí fue mi culpa aunque esa ocasión no se involucró al hospital, sólo el collarín y el reposo.

De ahí mi espalda y cuello se vinieron para abajo. Recuerdo que desde los primeros semestres de la carrera (más o menos, periodo en que sucedieron), seguido cuando me iba de antro, fiesta, o a un concierto, regresaba con un dolor de cuello espantoso, como si hubiera hecho pesas con él (WTF?!). Sigue pasando, pero ya no es necesaria la fiesta para que me duela. En su momento, jamás la di importancia, como buena adolescente, simplemente pensé que se me pasaría con el tiempo.

De nuevo en el 2009, volví a chocar. Otra vez mi culpa. Me quedé sin frenos y antes de llegar al taller en un frenado en seco, yo no pude frenar. El cofre de la Brigitte, mi carro en esos tiempos, se hizo cual acordeón.

En ese accidente le agregaron terapia física a la recuperación por mi bello historial accidental. A partir de ahí de plano valió todo cacahuate, por algunos años, estar sentada o parada más de 3 horas se sentía como un infierno en mi espalda y cuello. Fue horrible.

Acudí con un huesero un par de ocasiones, por un buen lapso fue masoterapeuta, también estuve como un año y cacho con un quiropráctico y yendo a yoga, lo que ayudó bastante a que al menos pudiera aguantar sentada toda una jornada laboral de 8 horas sin volverme loca.

Lamentablemente, aunque sí ayudaron, no me curaron al 100%. Aún estoy diagnosticada con lumbalgia y cervicalgia; es decir, mi columna está chueca a la altura de las lumbares y mi cuello perdió un poco de su curvatura natural.

El tiempo que estuve en el DF, empeoró un poco pues mi jornada diaria los últimos 6 meses
aumentó dos horas al día.

Pensé que mudándome de regreso a Veracruz, de alguna u otra manera, mejoraría. Lo extraño fue la primera semana y media en el Puerto aumentó el dolor exponencialmente. Me dolía el cuello como si me fuera a explotar, acompañado de largos e intensos, pero ocasionales dolores de cabeza.

No supe si era migraña. Tal vez habrá sido el esfuerzo de la mudanza y todo lo que tuve que mover y cargar, el cambio geográfico por el cambio de la presión atmosférica (puede ser que afecte), el trabajo en sí. Quién sabe.

Ya ha ido disminuyendo las últimas semanas, aunque la sensación de ardor no se va por completo. Por el momento.

¿Les soy sincera? No tengo ni las más remota idea de a qué médico recurrir para tratar esto. No sé si sea bueno regresar con el quiro, ir con un fisioterapeuta, tratar con un traumatólogo, alguien habrán mencionado incluso hasta ortopedistas. Obvio lo que quiero es que me curen, no que me traten con chochos y pastillas el dolor sin tratar mi columna como tal porque eso no sirve de nada. Quiero que me curen mi columna, la quiero, me gusta, me sostiene y la necesito bien para vivir bien todo lo que me falta vivir.


En fin, si saben de alguien, preferentemente en Veracruz, ahí se los encargo queridos lectores.

Imagen obtenida del Indie Emergente



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