Gran porcentaje de la población la padece, pero pocos hacen
algo al respecto. Yo llevo más de 10 años con el padecimiento y a decir verdad
es apenas ahorita que empiezo a tratarme.
Comenzó en la prepa. Como buena Ñoña, la presión que me
ejercía a mí misma para mantener mis calificaciones era alta. No sólo tuve
gastritis, también insomnio, que se me quitó hasta hace unos pocos años. Aunque
ustedes no lo crean, sí, si no se sabe manejar el estrés la purita escuela
puede ser el comienzo de este tipo de enfermedades.
Me tardé hasta ahorita porque no era tan
molesto, sólo cuando comía ácidos en exceso, sentía el dolorcito. Lamentablemente
hoy ya no, si como tacos con la acostumbrada cantidad de limón (limón con taco
para ser exactos), me siento mal dos, tres días. Eso ya no está cool. Si preparo
espagueti con salsa de tomate ni para qué contarles. Además ya saben, después de comer a la hora tengo esta
sensación de vacío como si tuviera hambre de nuevo que nada me quita y ya
despierto con agruras o ardor en el
estómago. ¡Es horrible vivir así!
Ya fui con una doctora esta semana. Ahorita me la dejó caer leve, un par
de pastillitas durante dos semanas para ver cómo avanza. Si todo sigue bien,
nos las aventamos un mes y regreso a revisión, si no mejoro, ahí sí a correr a
consulta.
Lo malo es que no sólo son las pastillas, tengo que
cuidar mi dieta. Olvídate de: cítricos,
grasas (leche, crema, queso, mantequilla, más lo obvio), ácidos (tomate, fresa, durazno,
mango, nestea, por mencionar algunos), yogurt, café. Entonces,
¿qué diablos como? Todo lo que hay en mi refri ya valió queso. Estar a dieta no
es tan malo, pero si no es por voluntad propia, está del cocol. ¡Sufro, sufro!
¡Ah! Y si no mejoro: endoscopia… ¡¿Quién podrá ayudarme?!
0 Testimonios:
Publicar un comentario