miércoles, 28 de febrero de 2018

No todo lo que brilla es oro

Chocoaventura por Rana Existencial en 11:45

Cuando me siento contenta irradio alegría, brillo, vuelo. Sin embargo, por el contrario, cuando estoy triste, me opaco, me encuevo en mi casa y no suelo salir hasta que cambia mi sentir. Es un contraste, tipo Campanita de Peter Pan.

Recientemente, le di un giro brusco a mi vida, dejé la empresa familiar para dedicar mi tiempo a lo que en verdad me gusta: Relaciones Públicas y escribir. Me siento tan entusiasmada con ello y las oportunidades que se me han ido presentando que no había notado que cuando me encuentro sola, mi sentir en realidad era de tristeza, una tristeza pesada como si algo me faltara. Tampoco me había percatado que esta ambivalencia de “felicidad – tristeza” era un estado que ya llevaba tal vez más de un año.

Adicionalmente, este último mes noté otros detalles importantes:

He tenido frecuentes problemas para dormir debido a que generalmente me atacaba la ansiedad por las noches. Me la pasaba dando vueltas pensando en todo lo que quiero hacer e incursionar, a tal grado que en las semanas pasadas empecé a tomar pastillas para dormir. En consecuencia, al día siguiente despertaba ya sea literalmente zombie pues hasta me sentía físicamente entumecida por el efecto de las pastillas o exhausta si no me las tomaba porque no dormí la noche anterior.

Aunado a esto, como me prometí comer saludablemente este año, dejé de comer en comidas corridas, decidí aprender a cocinar. Una bestia en la cocina, no sé si abortar esta misión. En fin, el punto es que en mi refri suele estar casi vacío porque todavía no me acostumbro a hacer el super pensando en cocinar; además como no me está gustando cocinar, me da flojera hacerlo; por lo tanto, termino con unas quesadillas o sándwich si bien me va. Empecé a mal pasarme con la excusa de estar  clavada con algo del trabajo e incluso dejé empecé a saltarme la cena seguido, por flojera o falta de antojo. No me lanzaba a comprar algo, también por flojera ni ordenaba nada por aquello de querer comer saludablemente (en sí, no soy mucho de comida chatarra). Yo misma me cerré opciones para alimentarme bien.

Entre el “tengo que ahorrar” y dejé de ser fiestera, dejé de salir bastante. Llegó un punto que ha habido ocasiones que salgo por obligarme a salir de mis cuatro paredes y ver el mundo, pues generalmente lo hago por cuestiones de trabajo o Yoga.

Hace unos días pasó algo chistoso: agarré mis pastillas y las guardé en mi coche, para evitar tomarlas (noten: no me atreví a tirarlas por cualquier “emergencia”), prefiero un par de noches de insomnio que volverme adicta a las pastillas. Regresando a casa, abrí la puerta del refri, de nuevo: nada que se me antojara, entonces no cené, me recosté sobre mi cama y fue ahí que me cayó el veinte: ansiedad, insomnio, somnolencia, fatiga, irritabilidad energía baja, tristeza, por algunos meses: depresión. He andado deprimida.

Lo bueno fue que saberlo  en vez de deprimirme más, me entusiasmó: puedo hacer algo al respecto sin necesidad de recurrir a invertir en un experto.

Lo primero que hice fue destruir hábitos que lo fomentaran: dejé de preocuparme por mi tristeza, lo tomé como un aviso para ponerme atención a mí misma; dejé de mal pasarme con las comidas, como las tres comidas diarias porque las como; dejé de preocuparme por mi insomnio, tarde o temprano, el cansancio me vencerá. Así mismo, por las noches dejé de revisar mi celular, a partir de las 9:30 pm se cierra ese changarro, dejé de darle vueltas a las mil y un cosas que quiero hacer, mejor veo Netflix o leo para despejar mi cabeza y calmar mi ansiedad.

Con estas cositas hice magia casi de la noche a la mañana: hoy dormí de corrido, ¡riquísimo! Al desperté después de revisar mi Instagram (sigo montonal de cuentas de Yoga que me ayudan a inspirarme), decidí soltarlo, hacer un poquito de ejercicio, prepararme un desayuno balanceado, lavé ropa, cocinar y escribir. Al rato, tengo junta con mis socios y traigo el ánimo equilibrado ni muy, muy ni tan, tan.

Mejoró mi sentir. ¿Por qué? Primero, sustituí patrones que me mantenían triste por otros que elevaron mi energía. Segundo, al dejar de preocuparme tanto, me permití calmarme y eso me relajó.

Sentirse bajoneado no es malo en sí, es parte de la vida, lo malo es ignorarlo, como hacía yo diciéndome “al rato se me pasa.” Así que decidí, dejar de preocuparme por lo demás y ocuparme por mí, por lo que estoy viviendo. Claro, e ir trabajando el origen de esa tristeza platicando conmigo misma.
  


PEn fin, les mando un abrazo. Espero estén muy bien ustedes.

or cierto, como notaron, re abrí mi blog. La Ranita Existencial, está de regreso.



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