Cuando me
siento contenta irradio alegría, brillo, vuelo. Sin embargo, por el contrario, cuando
estoy triste, me opaco, me encuevo en mi casa y no suelo salir hasta que cambia
mi sentir. Es un contraste, tipo Campanita de Peter Pan.
Recientemente,
le di un giro brusco a mi vida, dejé la empresa familiar para dedicar mi tiempo
a lo que en verdad me gusta: Relaciones Públicas y escribir. Me siento tan
entusiasmada con ello y las oportunidades que se me han ido presentando que no
había notado que cuando me encuentro sola, mi sentir en realidad era de tristeza,
una tristeza pesada como si algo me faltara. Tampoco me había percatado que
esta ambivalencia de “felicidad – tristeza” era un estado que ya llevaba tal vez
más de un año.
Adicionalmente,
este último mes noté otros detalles importantes:
He tenido frecuentes
problemas para dormir debido a que generalmente me atacaba la ansiedad por las
noches. Me la pasaba dando vueltas pensando en todo lo que quiero hacer e
incursionar, a tal grado que en las semanas pasadas empecé a tomar pastillas
para dormir. En consecuencia, al día siguiente despertaba ya sea literalmente
zombie pues hasta me sentía físicamente entumecida por el efecto de las
pastillas o exhausta si no me las tomaba porque no dormí la noche anterior.
Aunado a
esto, como me prometí comer saludablemente este año, dejé de comer en comidas
corridas, decidí aprender a cocinar. Una bestia en la cocina, no sé si abortar
esta misión. En fin, el punto es que en mi refri suele estar casi vacío porque
todavía no me acostumbro a hacer el super pensando en cocinar; además como no
me está gustando cocinar, me da flojera hacerlo; por lo tanto, termino con unas
quesadillas o sándwich si bien me va. Empecé a mal pasarme con la excusa de
estar clavada con algo del trabajo e incluso
dejé empecé a saltarme la cena seguido, por flojera o falta de antojo. No me
lanzaba a comprar algo, también por flojera ni ordenaba nada por aquello de
querer comer saludablemente (en sí, no soy mucho de comida chatarra). Yo misma
me cerré opciones para alimentarme bien.
Entre el “tengo
que ahorrar” y dejé de ser fiestera, dejé de salir bastante. Llegó un punto que
ha habido ocasiones que salgo por obligarme a salir de mis cuatro paredes y ver
el mundo, pues generalmente lo hago por cuestiones de trabajo o Yoga.
Hace unos
días pasó algo chistoso: agarré mis pastillas y las guardé en mi coche, para evitar
tomarlas (noten: no me atreví a tirarlas por cualquier “emergencia”), prefiero un
par de noches de insomnio que volverme adicta a las pastillas. Regresando a
casa, abrí la puerta del refri, de nuevo: nada que se me antojara, entonces no
cené, me recosté sobre mi cama y fue ahí que me cayó el veinte: ansiedad,
insomnio, somnolencia, fatiga, irritabilidad energía baja, tristeza, por
algunos meses: depresión. He andado deprimida.
Lo bueno fue
que saberlo en vez de deprimirme más, me
entusiasmó: puedo hacer algo al respecto sin necesidad de recurrir a invertir
en un experto.
Lo primero
que hice fue destruir hábitos que lo fomentaran: dejé de preocuparme por mi
tristeza, lo tomé como un aviso para ponerme atención a mí misma; dejé de mal
pasarme con las comidas, como las tres comidas diarias porque las como; dejé de
preocuparme por mi insomnio, tarde o temprano, el cansancio me vencerá. Así
mismo, por las noches dejé de revisar mi celular, a partir de las 9:30 pm se
cierra ese changarro, dejé de darle vueltas a las mil y un cosas que quiero
hacer, mejor veo Netflix o leo para despejar mi cabeza y calmar mi ansiedad.
Con estas
cositas hice magia casi de la noche a la mañana: hoy dormí de corrido, ¡riquísimo!
Al desperté después de revisar mi Instagram (sigo montonal de cuentas de Yoga
que me ayudan a inspirarme), decidí soltarlo, hacer un poquito de ejercicio,
prepararme un desayuno balanceado, lavé ropa, cocinar y escribir. Al rato,
tengo junta con mis socios y traigo el ánimo equilibrado ni muy, muy ni tan,
tan.
Mejoró mi sentir.
¿Por qué? Primero, sustituí patrones que me mantenían triste por otros que
elevaron mi energía. Segundo, al dejar de preocuparme tanto, me permití
calmarme y eso me relajó.
Sentirse
bajoneado no es malo en sí, es parte de la vida, lo malo es ignorarlo, como
hacía yo diciéndome “al rato se me pasa.” Así que decidí, dejar de preocuparme
por lo demás y ocuparme por mí, por lo que estoy viviendo. Claro, e ir trabajando
el origen de esa tristeza platicando conmigo misma.
PEn fin, les mando un abrazo. Espero estén muy bien ustedes.
or cierto, como
notaron, re abrí mi blog. La Ranita Existencial, está de regreso.
Post Relacionado:
No soy Bipolar, soy Limítrofe
0 Testimonios:
Publicar un comentario