Me parece que casi, casi es ley de vida ser socialista a los 20 y volverse al capitalismo a los 40. De jóvenes, tenemos la ilusión de poder cambiar el mundo: “querer es poder y si yo pongo mi granito de arena contagiaré a los demás.” Porqué no, se vale soñar. Somos enérgicos, apasionados, rebeldes, fuertes. Sabemos que las cosas son menos que perfectas y hay mucho camino que recorrer para lograr esos cambios. Y todos hemos pensado igual o que tire la primera piedra quién no se haya quejado del país. El meollo es el CÓMO.
Conforme vamos creciendo, nos vamos dando cuenta que acabar con las malas y oscuras instituciones formadas en el país son difíciles de arrancar de raíz. A eso sumémosle que tarde o temprano ya no sólo velaremos por nuestros propios intereses, aunque algunos lo neguemos, algún día sentaremos cabeza aumentando nuestras presiones, responsabilidades y dolores de cabeza 100 veces más. Estúpidas presiones, responsabilidades y dolores de cabeza! Esa chispa de inquietud insurrecta morirá o al menos disminuirá en un muy buen porcentaje. Caemos al conformismo de “si no puedes contra ello, únetele” porque si no, de plano los gastos no salen. Habrá que, en algún momento, ajustarnos a la sociedad y sus reglas o perecer en el intento.
Entonces, ¿qué pasa con los adultos? En muchos casos, no tienen esa voluntad para levantarse y gritar lo que les parece mal. Probablemente ya se hicieron a la idea de que las cosas son así y punto; probablemente su fuerza interior no les da para más (entre pañal y pañal, cuándo). Pareciera que ya se dieron por vencidos. Aún sí, observémoslo, ellos tienen algo que nosotros todavía no, un poder inalcanzable que nosotros necesitamos: en muchos casos tienen posiciones claves para generar esos cambios; ellos sí tienen voz, voto y medios.
Hablamos de dos extremos un tanto antagonistas, unos quieren y no tienen los medios, otros no saben ni siquiera si quieren cambiar las cosas, pero los tienen. La distancia entre ambas generaciones es abismal; ni comunicarnos como personas civilizadas podemos. ¿Cómo trabajar en conjunto? En fin, si algo aprendí de una plática reciente es que no necesariamente tendría que ser así. Si simplemente ambos tuviéramos la paciencia para escuchar y retroalimentarnos, maravillas se podrían generar.
¿Por qué no unir ambas fuerzas es un mismo ejército?
(Nota: ilusa me dicen)
1 Testimonios:
Morita: Creo que todo radica en una frase que escuché varias veces en películas y tiene cierta dosis de razón. Cuando hablas y hablas y nadie te pela, normalmente, como dice esa frase, estás predicandole al coro equivocado. Aún cuando vas creciendo y cada vez son menos las cosas que puede uno hacer, siempre, SIEMPRE hay alguien que va a escuchar y puede transformar tu idea. Yo no creo que seas ilusa, comparto el punto, y la onda es saber donde y como.
Publicar un comentario