
Cuando se trata de relaciones, adoptamos diferentes papeles en cada una en la que nos encontramos. Como podrán darse cuenta, sigo dándole vuelta a esto de las relaciones; analizando diferentes lados de éstas. He visto que en ocasiones, o a veces muy seguido, una persona es la que está “más enamorada” de la otra. Es más, hasta hay casos extremistas en las que está persona más enamorada está en la relación literalmente sufriendo porque eso es su definición de Amor (dictada por su nivel de autoestima).
Bueno, no nos vayamos a los extremos. Analicemos casos más cotidianos y comunes. Es normal toparnos con casos en los que una persona no pone tanto de su parte como la otra persona para hacer que la relación funcione. Podría inferirse que en sí podría no estar tan interesado en la relación; sin embargo, está ahí para no estar sola o simplemente no le molesta seguir así. No necesariamente son los villanos del cuento. No creo que todo sea blanco o negro y tampoco quiero que nos imaginemos a los típicos esposos golpeadores, alcohólicos y abusadores. Pueden ser simplemente chavos de nuestra edad que encontraron su zona de confort en una pareja; “chido estar con ella, chido si no.” No obstante, aún así la han rebajado en su peor es nada.
Por otro lado, también tenemos a la contraparte de esta pareja apática. Esa persona que no sólo le echa ganas a la relación si no que falta poco para que su vida gire alrededor de ella, tratando de mantenerla viva. Opino que es falta de autoestima la que te mantiene en una situación donde sólo te está consumiendo y desgastando en mayor o menor medida. Algunos psicólogos opinan que muchas personas tuvieron tantas carencias de niños que les parece normal mantener ese trato en su vida adulta. A veces, inconscientemente, las parejas que escogen son el mismo patrón de comportamiento que sus padres tenían y buscan cambiar a sus parejas como un reflejo de la pelea perdida contra sus progenitores en un intento de buscar amor, cariño y atención.
¿En cuál de ambos lados preferirían estar? Supongo que la mayoría escogería la primera opción. Preferible hacer sufrir, a que te hagan sufrir. Siendo sinceros, yo no me inclinaría por ninguna de las dos opciones. Generalmente, si siento que la otra persona ya no está poniendo interés en esto, poco a poco (después de tratar de ver qué onda), empiezo por perder el interés yo misma. Comienzo a añorar mi desmadre de soltera sin avisar qué hago, con quién ni cuándo o dónde. No tengo mucha paciencia, por lo que este proceso puede llevarse a cabo en cuestión de semanas. Y estar con alguien que no me interesa al 100%; sólo tengo una palabra al respecto: HUEVA! ¿Para qué estar con alguien con quien te da lo mismo si lo vez o no, si pasan tiempo juntos o no? Se me hace un desperdicio de vida. Tal vez sueno muy drástica y fría, pero me pregunto: si tenemos una única y exclusiva vida, ¿por qué desperdiciarla con alguien para quien no somos verdaderamente bienvenidos o quien no lo es para nosotros?
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