Este año el único propósito que pude cumplir fue disminuir
mi consumo de carne roja y pollo. Los demás ya chuparon faros. En Enero, me prometí a mí misma evitar la
carne al menos 3 días a la semana. Se volvió tal mi costumbre que en promedio
no la consumo más de 2 veces a la semana.
¿Por qué? Mi fin no es bajar de peso, ni si quiera tener una
dieta más saludable, sigo comiendo basura de vez en cuando. Mi fin es poner mi
granito de arena para que se maten menos animales. Literal.
El problema de la industria de la carne es que en efecto es
una INDUSTRIA. Es decir, impera la regla de minimizar costos, maximizar ganancias y dejar de lado cualquier
sentimiento al respecto porque al final de cuentas es un producto, así venga de
un ser vivo.
No sabemos qué ocurre en los rastros, en las granjas
lecheras, en las plantas que producen salchicha o jamón. Si lo supiéramos, tal vez
más personas lo pensaríamos 10 veces antes de pasar al departamento de carnisalchichonería
en el súper; que es lo que me pasó a mí. Al menos llevo 4 años sin comprar para
mi casa, consumiéndola exclusivamente cuando salgo.
Por lo mismo, estoy aprendiendo a cocinar, si a eso se le
puede decir aprendiendo o cocinar. Quiero ser yo quién escoja qué se come en mi
casa. He ido aprendiendo a sustituir todo con verduras. Tal vez algún día me
decida a usar tofu. Tal vez. Tal vez algún día pueda decir lo mismo del queso.
Tal vez.
Sé que muchos ya están cansados de los argumentos vegenazis,
porque sé que muchos vegetarianos o veganos son muy intensos acerca de sus
creencias. Todo al extremo es malo. Sólo recuerden cuando se los topen, simplemente
es un tema que toca una hebra sensible en el interior.
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