Por un lado, aquellos muy goodie goodies que todo su comportamiento se rige bajo un estricto código ético que delimita dramáticamente el bien y el mal, creando paradigmas que no les gusta romper, por miedo a las consecuencias que acarrearán. No toman riesgos y suelen jugar a lo seguro; no tanto por ser reprimidos, simplemente son personas buenas que les gusta hacer cosas buenas.
Por otro lado, tenemos a los rebeldes sin causa. Aquellos que opinan que la vida es un cúmulo de experiencias y entre mayor cantidad te lleves a la tumba, más mejor. Al final de cuentas, de aquí ninguno saldremos vivo y NADIE te quitará jamás lo bailado (excepto Alzheimer, tal vez). No les molesta de vez en cuando romper las reglas y por lo general: diversión es su principal objetivo.
¿Cuál de éstas es la mejor postura ante esta caótica vida?
Seguro las más correcta sería: ni muy, muy, ni tan, tan. Ya saben: todo con medida, nada con exceso.
Aunque he de decirles decirles que durante mis días de odiolecente y juventud voluntuosa, que a veces siento quedaron siglos atrás, solía ser del segundo tipo de individuos. Bueno, era ultra responsable de lunes a jueves, ñoñisima si he de ser sincera, pero sólo llegaba el fin semana y desde los 13 hasta los 25, le di la vuelta a la hilacha hasta que se rompió. . . A causa de la edad (triste, pero cierto).
Mejor vivir como queremos y no como nos digan, ¿no?
Eso no me hace ni mejor ni peor persona, aunque si les preguntan a mis padres quien sabe que dirían. Lo que si me hace es normal, eché desmadre mientras quise y ahorita disfruto que sea de vez en cuando. Eso sí, ahora si siento que tomo mejores decisiones puesto que mi intuición es más aguda y despierta, (¡Sí, aja!).
Me encanta no ser parte de los sumisos y sí de los que toman riesgos porque la vida hay que abrazarla aunque te dé su peor cara. Al fin, recuerden que si algo es cierto es que no hay mal que dure cien años, ni tequila que no te ayude a olvidarlo.
¡Salud!
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