Fuera de modas, estandartes, ideologías políticas, creo en
ti, en lo que dejaste en mí al conocer tu historia. En la convicción y pasión
con las que viviste; en tu forma de más que dar órdenes, predicabas con el
ejemplo.
Creo en ti desde que te conocí. No luchaste por luchar. No. Luchabas
porque creías en tu batalla, en que una idea podría cambiar mentes y las mentes
al mundo. Porque para ti, esa era la solución al problema de una época y que si era necesario entregar tu vida a ello… Bueno,
entregaste tu vida a ello.
Tal vez difiero con tu ideal pues en esta otra época, la
época “moderna,” ya no suscribe, ya nos parece en demasía utópico. Sin embargo,
jamás dejaré de admirar tu coraje y determinación por aquello que tú creías
puro.
Desde que te conocí, despertaste un algo en mí que jamás podré
agradecer y aunque a la fecha no creo en nada tan fervientemente como para dar
mi vida en su causa, no dejaré de buscar puesto que esa me parece la más noble
de las vidas: la que puedes ofrecer en aras de tus convicciones.
Gracias por tu nobleza innata porque de ella nace mi
determinación por alcanzarla yo también.
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