No es por mala onda, no conozco en realidad su historia de vida, pero su mal vibra la he sentido desde muy pequeña. Nunca trató de conectarse conmigo, de conocerme y aceptarme; si hacía algo que a ella no le pareciera: “Está mal; así no es. PUNTO.” No había cabida para ser flexible.
Y saben, duele. Duele demasiado porque no sé cómo abrirme, ya no sólo con ella, en general con el resto del mundo. Supongo que por algo empecé a escribir en mi pequeño diario desde que tenía apenas 9 años, del cual a la fecha no me separo de él.
Por el otro, mi padre, sí, será Sr. Chistes, alegría, “let it flow,” etc.; sin embargo, muy por debajo esa chispa y sentido de humor, es una persona un tanto egoísta que está en su rollo todo el tiempo. Siempre sumergido en el ritmo de su propia vida social y profesional, olvidándose de quienes estamos a su alrededor casi por completo. Al menos, ese es el sabor de boca que deja.
Claro, me es más fácil identificarme con él, pues intenta ser más abierto; sin embargo, tampoco sabe conectarse con los demás porque no suele ceder su tiempo. Todo es más importante que la gente a su lado y no se da cuenta que eso nos lastima. Lamentablemente, aunque no suelo aceptarlo muy seguido, creo que el fruto no cae muy lejos del árbol.
Como decía una ex psicóloga, tengo una madre híper crítica, un padre ausente y tengo que buscar la manera de lidiar con ello para que no me afecte negativamente. Odio desde el fondo de mi corazón haber adoptado esos defectos de ellos. Yo sé que no es excusa, ellos son quienes son y yo tengo que tratar de ser la mejor persona que pueda llegar a ser, pero no sé cómo enfrentarlos, cómo mejorar esa parte de mí. Seguimos descubriendo ese camino; pasito a pasito.
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