13. Huir de los problemas no es la solución

A veces me cuesta aceptarlo, pero muy en el fondo, la verdadera razón por la que me mudé a Veracruz fue una relación. De esas instantáneas que te dejan destrozada, cual Haití con menos heridos(perdonen la mofa). Me tomó un año dejar de odiarlo; otro superarlo por completo; otro poder desearle suerte. Sí me destrozó: hubo una Ranita antes y una después de… De hecho, quienes sepan de quién hablo prefiero seguir sin que sea mencionado.

¿Cómo superas una relación? No lo sé. Generalmente, basta con alejarte de esa persona, fiestear hasta que el cuerpo aguante (para evitar pensar: por aquello de la negación), salir con más personas que no te interesen en realidad (más negación) y ahogarte en litros de alcohol (creo que por aquí ya empieza la aceptación). Para ese caso particular, yo necesité espacio literalmente: alejarme de mi ambiente por completo para poder pasar por todo el proceso de curación paso a pasito.

Definitivamente, no soy de las que se aferran con imposibles. Nunca me quedo donde no me quieren y por supuesto no me cuesta decir adiós cuando no buscan lo que yo (no voy a quedarme a ver cuándo chingados cambian de parecer!). Aún así, hay esas de las que cuesta trabajo des-aferrarse, ser objetiva para analizar lo que dicen, hacen y descubrir hacia dónde verdaderamente va la cosa, pues muy en el fondo, la esperanza nunca muere. Cuesta trabajo aceptar que no eres tú quienes buscan en realidad; probablemente nunca lo fuiste (pero pendeja tú que no lo viste a tiempo). Es cansado seguir esperando algo que posiblemente nunca llegará. Mejor aceptarlo de una vez y seguir con tu vida.

Otra vez tengo esa ansiedad de querer alejarme de todo y todos; buscar nuevas fronteras para empezar de nuevo. A dónde y cuándo, NPI. Solamente está esa ansiedad latente. Eso sí, de ahora en adelante, como dice una canción que me encanta: “voy a defenderme desde ahora hasta el final.” Es hora de empezar a ver por mí al 100%.