Si nos dicen las
palabras correctas con la actitud correcta, las niñas caemos redonditas. No cuestionamos
ni observamos si hay acciones atrás de las intenciones. Con poquito le damos
rienda suelta a nuestra imaginación; nos dejamos llevar y eso es suficiente
para enamorarnos. Tardamos en darnos cuenta que todas nuestras ilusiones están
en nuestra cabeza y no en nuestra vida. Verbo mata carita, incluso hasta puede
matar billete. No nos detenemos a meditar si el verbo no está sustentado con
acciones, como si no importara.
Hace años escuché
en una película: “las intenciones son para nosotros, las acciones para los
demás.”
Nosotros sabemos
por qué hacemos las cosas o las dejamos de hacer; los demás no están en nuestra
cabeza, no lo pueden ver. Y viceversa.
No sé cuál sería la
receta mágica para evitar ilusionarnos. Tal vez dejar de ser tan crédula e
ingenua, dejar de crear en la magia. Aunque me parece un tanto hostil y cínico.
No quisiera llegar a volverme así de fría. . . Como estoy escribiendo.
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