Ayer
llegué como a las 7:40 de la noche a casa, hora promedio. Los gordos saltando y
dando vueltas como de costumbre. Entro a la cocina y empiezo a notar unas cositas blancas esparcidas en el piso de
la sala. De inmediato reviso almohadas y cojines de los sillones, todo bien,
sanos y salvos por suerte.
Dejo a
los gordos comiendo y voy a mi recámara a ponerme tenis para sacarlos a pasear.
Conforme avanzo, son cada vez meas evidentes las cositas blancas en el piso del
pasillo. “Rompieron sus camitas estos cabroncillos,” pensé. No es anormal que
llegando esté toda la sala llena del relleno de sus camitas, las hemos mandado
a forrar de nuevo un par de veces, cosido, infinidad – aún aguantan.
Como la
noche anterior durmieron en mi cuarto, las dejé ahí pensando pues como jamás
habían hecho destrozos en mi cuarto -única recámara que dejo (dejaba), abierta
cuando me iba a trabajar, corrían menos peligro que en la sala.
Entré
para ver las cositas blancas no eran del relleno de sus camitas, sino se
trataba de plumitas, diminutas, todas encima de mi cama, como si Navidad
hubiera explotado en mi colchón. Sí, los
cabrones habían roto mi colcha de pluma de gansos y su desmadre inundada toda
la habitación. Disculpen si ofendo a activistas, la tenemos desde mucho antes
de conocer como obtienen las plumas los cazadores.
Traté
de verlo con filosofía, el mal estaba hecho. Me dispuse a ponerme los tenis, en
eso llegaron las dos pulgas a toda velocidad como siempre cuando terminan de
comer, la gorda subió de un golpe a la cama y con la misma inercia se bajó. Ya
tenemos un culpable. Yakito como siempre, fue a lado de mí para apurarme a
sacarlos. Ambos inquietos y ansiosos, ya no aguantaban y cómo después de casi
12 horas de estar encerrados en el depa.
Los
saqué a pasear, una hora y cachito nos aventamos, bajamos y subimos las
escaleras en vez de tomar el elevador, con cinco pisos, más vale que se
cansaran. Regresando ahora sí a enmendar su desastre.
Metí
las plumas que pude al hueco y cosí, como Dios me dio a entender, la rajada de
25 cm en la colcha. Maravilloso sería si mi madre se enterara. Pésimo, ya se
imaginarán. No me fui chueco, sino en zigzag, cual cicatriz de Frankenstein. Definitivamente
coser no es lo mío. Tomé la aspiradora de mano para pasarla por la cama y los
rincones que pude, pero a media tarea se
le acabó la batería. Ahí me tienen arrastrando la otra aspiradora para terminar
la tarea. Mal que bien ahí quedó el desmadre.
Hoy los
paseé 35 minutos antes de venir a la oficina. También aplicamos las escaleras
de ida y de regreso. No sé si fue suficiente para que estén tranquilos durante
el día. De todas maneras, ahora sí dejé todas las habitaciones cerradas,
almohadas y cojines fuera de su alcance. Espero no encuentren que destruir.
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Imagen obtenida de Videismo |
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