martes, 3 de marzo de 2015

Pero quería perros

Chocoaventura por Rana Existencial en 12:58

Ayer llegué como a las 7:40 de la noche a casa, hora promedio. Los gordos saltando y dando vueltas como de costumbre. Entro a la cocina y empiezo a notar  unas cositas blancas esparcidas en el piso de la sala. De inmediato reviso almohadas y cojines de los sillones, todo bien, sanos y salvos por suerte.

Dejo a los gordos comiendo y voy a mi recámara a ponerme tenis para sacarlos a pasear. Conforme avanzo, son cada vez meas evidentes las cositas blancas en el piso del pasillo. “Rompieron sus camitas estos cabroncillos,” pensé. No es anormal que llegando esté toda la sala llena del relleno de sus camitas, las hemos mandado a forrar de nuevo un par de veces, cosido, infinidad – aún aguantan.

Como la noche anterior durmieron en mi cuarto, las dejé ahí pensando pues como jamás habían hecho destrozos en mi cuarto -única recámara que dejo (dejaba), abierta cuando me iba a trabajar, corrían menos peligro que en la sala.

Entré para ver las cositas blancas no eran del relleno de sus camitas, sino se trataba de plumitas, diminutas, todas encima de mi cama, como si Navidad hubiera explotado en mi colchón. Sí,  los cabrones habían roto mi colcha de pluma de gansos y su desmadre inundada toda la habitación. Disculpen si ofendo a activistas, la tenemos desde mucho antes de conocer como obtienen las plumas los cazadores. 

Traté de verlo con filosofía, el mal estaba hecho. Me dispuse a ponerme los tenis, en eso llegaron las dos pulgas a toda velocidad como siempre cuando terminan de comer, la gorda subió de un golpe a la cama y con la misma inercia se bajó. Ya tenemos un culpable. Yakito como siempre, fue a lado de mí para apurarme a sacarlos. Ambos inquietos y ansiosos, ya no aguantaban y cómo después de casi 12 horas de estar encerrados en el depa.

Los saqué a pasear, una hora y cachito nos aventamos, bajamos y subimos las escaleras en vez de tomar el elevador, con cinco pisos, más vale que se cansaran. Regresando ahora sí a enmendar su desastre.

Metí las plumas que pude al hueco y cosí, como Dios me dio a entender, la rajada de 25 cm en la colcha. Maravilloso sería si mi madre se enterara. Pésimo, ya se imaginarán. No me fui chueco, sino en zigzag, cual cicatriz de Frankenstein. Definitivamente coser no es lo mío. Tomé la aspiradora de mano para pasarla por la cama y los rincones que pude,  pero a media tarea se le acabó la batería. Ahí me tienen arrastrando la otra aspiradora para terminar la tarea. Mal que bien ahí quedó el desmadre.


Hoy los paseé 35 minutos antes de venir a la oficina. También aplicamos las escaleras de ida y de regreso. No sé si fue suficiente para que estén tranquilos durante el día. De todas maneras, ahora sí dejé todas las habitaciones cerradas, almohadas y cojines fuera de su alcance. Espero no encuentren que destruir.


Imagen obtenida de Videismo



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