Una metáfora en torno al amor siempre fue la de los
Príncipes Azules. Aquellos que esperan las princesas Disney para que las
rescaten de todo el mal que las acecha y supuestamente ser felices para siempre. A decir verdad, a mí en lo personal siempre me hizo
ruido esta idea.
¿Por qué? Bueno, yo siempre fui un tanto solitaria por lo
que aprendí a valerme por mí misma, lo que implica que aprendí a solucionar y
salir de mis propios problemas. Entonces, si soy alguien independiente que
aprendió a salir de sus problemas solita, ¿por qué diablos esperaría a que llegue un pinche príncipe azul a rescatarme? (hasta la idea me da un poco de hueva). Además, ¿rescatarme de qué? Durante mi vida he aprendido que todo tiene solución, entonces ni para qué alarmarme de más por algo. Por lo
tanto, nunca hice click con esta fantasía que ronda en las cabezas de muchas.
Por otro lado, hay un refrán que es muy sonado y a mí
particularmente me encanta desde la primerititita vez que lo escuché: “Siempre
hay un roto, para un descosido.”
¿Por qué? Yo desde
hace muchos años, tal vez desde mi niñez temprana, tuve esta sensación de
abandono que no me pude quitar hasta que empecé mi maestría en Psicoterapia, el año pasado.
Asimismo, como todos, traía cargando maletas y muchas heridas que apenas ahora estoy empezando a aprender a
soltar y permitir que cicatricen. Por todo esto, yo siempre me sentí como
“rota” gran parte de mi vida. Consecuentemente, me hacía menos ruido pensar que
si yo estaba rota, tal vez alguien por ahí estará descosido.
Cada quien toma la visión que más le guste. Por supuesto. Yo
tomé la que más hacía congruencia con mi sentir. Y ahora que estoy conociendo a
un descosido es verdaderamente divertido ir notando como en verdad nos hemos
ido compaginando tan mágicamente. Así que Adiós Príncipes, Hola descosidos.
0 Testimonios:
Publicar un comentario