Hace no mucho había escrito un post sobre lo muy acostumbrados que estamos de pasar de relación en relación (o free en free, según sea el caso) y el poco tiempo que nos tomamos para verdaderamente madurar y aprender a conocernos. Claro, una bonita crítica a esta manía.
Sin embargo, no me he atrevido a subirlo pues sería una verdadera hipocresía de mi parte. No sé ustedes, pero no me puedo permitir criticar algo que yo misma hago.
Tal vez no sea de esas chicas que se la pasan de novio en novio porque bien sabemos que las relaciones formales siguen siendo mi colmo y para cómo voy, lo seguirán siendo por mucho tiempo.
Aún así, me cuesta trabajo alejarme de ese mundo de las citas. Ya saben, te gusta alguien y aunque por dentro tu cabeza te está gritando: “¡No, no! Aléjate es tu mismito patrón de los últimos, mmmm déjame pensar: ¡¿15 años?!” Tienes que experimentarlo, bajo la mala excusa de: mejor a quedarme con la duda. Empiezo a pensar que a veces es bueno quedarse con la duda.
Sigo diciendo, es difícil hacerle caso a nuestra parte racional, bueno al menos a mí se me dificulta. Tal vez en realidad no sé estar sola. Tal vez tengo un complejo de inseguridad y dependencia hacia esas relaciones que ni formales ni casuales y sólo me distraen un ratito porque en la teoría la estoy pasando bien (temporalmente).
Lo peor es que en este momento no sé ni qué quiero y en vez de dar un paso atrás para retomar aire, aquí estoy, tropezando con las mismas piedras de siempre.
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