Una madre que, aún teniendo dos años de haberte salido del
nido, sigue reganándote como en la secundaria por cosas que en realidad ya no
le conciernen. Un padre que en vez de pasar el fin de semana con su familia, se
inscribe a un torneo de golf que le ocupa buena parte éste. Seguramente no se
trata de una mala familia, pero eso no quita que lastiman, los dos, de alguna
forma.
Es la historia de nunca acabar. Por un lado, una persona
queriéndole decir a los demás cómo ser, cómo portarse, cómo reaccionar, hasta
cómo pensar si pudiera. Es exhausto convivir con alguien así. Desgasta. Por el
otro, tenemos a una persona que entre el trabajo y las actividades sociales, no
te permite ser parte de su vida. Te limita, te lastima y por supuesto, duele.
Dicen que la familia no se escoge. Por algo habrá de ser. De
haber tenido la opción de hacerlo, no sé qué tipo de familia hubiera escogido.
No conozco otra, esto es lo único que conozco. Triste. Es hora de trabajar en
lo que me enseñaron; lo bueno, lo malo, lo feo. Ya decido yo qué tomar y buscar
la forma de desechar lo demás. Por más arraigado que se encuentre.
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Imagen Obtenida de Ridley Barron Ministries |
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