Llegar a casa, sacar a pasear a Yako, darle de comer,
limpiar si llego a tener algún accidentillo, hacerme de comer, lavar platos,
ollas, sartenes y demás utensilios utilizados en ello, planchar cuando hay ropa
que planchar, barrer y trapear si está más sucio de lo tolerable, prepararme
para ir al gimnasio, regresar y por fin dormir. Como dice la canción: Así son
mis días.
Lo bueno es que no diario hago de comer, es un hábito de
sólo 3 – 4 veces a la semana. Evidentemente, aún vamos en lo básico. Aunque ya
estoy empezando a abrir mi repertorio culinario. ¿Les cuento algo? Pensé que lo
detestaría más. Digo, no es mi máximo llegar 6 – 7 de la noche y tener que
ponerme a cocinar porque si no ¿qué
diablos como al día siguiente? Sin embargo, sí me está empezando a divertir el
juguetear y experimentar con lo que me topo con mi refri. Poner un disco
tranquilo, relajante, que me ponga en un buen mood y darle vuelo a la
imaginación. Si sólo tomara vino, me volvería fan de esta rutina.
Aún con lo alivianadas que suenan mis tareas domésticas, hay
días que no me doy abasto. No salgo tarde del trabajo. No obstante, si quitamos
las dos horas del gimnasio, cuando voy, y la hora para descansar y/o hacerme
pendeja; ya se acabó mi día y yo
agotadísima como si hubiera corrido un maratón.
Ahorita no tengo esposo ni hijos de quienes encargarme. No
sé qué haré cuando eso suceda. No quiero ni pensarlo. El atenderme a mí solita
todavía no lo manejamos a la perfección, imáginense si habláramos de terceras
personas. Hay que partir de ahí y que lo
demás se vaya dando paso a pasito. Bendito sea que existe la tan antigua profesión
de “Asistente Doméstica,” sí que hace el paro.
Posts Relacionados:
0 Testimonios:
Publicar un comentario