Para quien no sepa, tengo una dura confesión que hacer: Sí,
soy una freak del Zodiaco. No me malentienda usted mi queridísimo lector, no
ando revisando mensualmente los
horóscopos que las revistas suelen publicar. No creo en los horóscopos, me
divierte leerlos, pero de ahí no pasa. Eso sí, después de tantos años
observando a la gente he visto que lo que se dice de los signos suele coincidir
muchísimo con la realidad.
Después de esta cruda confesión, he de decirles que el fin
del post del día de hoy es redimir lo que se dice de mi signo: Géminis. El tan
odiado por todo mundo.
No somos dos caras, como comúnmente se cree. Tal vez personas
malsanas lo sean, sin embargo, ese es otro boleto.
Lo que me he dado cuenta es que los geminianos somos muy
drásticos con nuestras facetas en la vida cotidiana, marcamos mucho la línea
entre una y otra. Por citar un ejemplo, sabemos cuando estamos en plan de
relajo, lo explotamos al máximo. Aunque cuando es un plan más profesional,
delimitamos muy bien el cotorreo y el tener que ponerse a trabajar, acatar
reglas, poner orden, etc.
Nos ponemos diferentes cachuchas para diferentes actividades.
Además el que tengamos una relación de amistad con alguien, no implica que no
vamos a respetar la relación de trabajo cuando haya que o que le demandemos
resultados si no los está dando.
Somos muy observadores y muy analíticos, ponemos atención en
los patrones de conducta, tomando nota mental de ellos. Rápidamente nos damos
cuenta de cómo es la gente; a veces nos tratamos de ajustar acorde. Por eso nos
dicen calculadores, vamos midiendo a las personas, para bien o para mal, y pues
esto al menos en mi caso, es casi inconsciente.
Todo esto no significa que seamos malas personas, sólo somos
personas con un particular modus operandus. Ya quienes conozcan bipolares o
individuos con conflictos de inestabilidad emocional es otra cosa completamente
diferente.
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