Aceptamos que la vida es así y ya, no hay mucho que hacerle. Aprendemos a dejar pasar; dejar de nadar contra la corriente.
Para muchos esa es la definición de madurar. Sin embargo, eso conlleva a volvernos un poco cínicos. Dejarnos de sorprender por la vida y sus pequeñeces, por los detalles y sorpresillas que vienen por ahí.
No quiero ser esa persona sin sueños, sin fantasías. No quiero ser opaca, quiero que mi luz, mi chispa nunca muera...
No quiero dejar que la vida pase y que no me mueva.

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