Pocas familias son perfectas. Triste, pero cierto. Los papás no saben ser papás. Cuesta trabajo escuchar y por lo tanto, no nos inculcan esa virtud. Nosotros no sabemos ser hijos. Damos todo por sentado y somos egoístas con todo nuestro alrededor.
Todos se vuelven más ensimismados de lo normal; todo vale queso: alguien dice algo, otra persona se lo toma personal, la paciencia y tolerancia se olvidan, la tercera guerra mundial comienza. Bombas lanzadas de extremo a extremo hasta ver quién cae primero (nadie quiere ser el más débil). Incluso aún sin agredirse; la guerra fría también está al por mayor.
Se vuelve bastante frustrante el círculo vicioso. Nadie se atreve a romperlo; peor aún, nadie sabe cómo romperlo. Todo mundo cree tener la razón, nadie está dispuesto a ceder si la otra persona no lo hace primero. Incluso, analizarlo tan objetivamente como lo hago en este momento, no sirve de nada. Al final de cuentas, cualquier comentario y sigo explotando cual quincianiera. Aunque deje la pelea a un lado, la continúan y continúan por horas. No sé cómo no se cansan de tanta discusión y mantener posición defensiva tanto tiempo.
Difícil no volverse loco. Difícil tratar de arreglarla situación; más cuando te deja de interesar hacerlo!
domingo, 27 de junio de 2010
Hasta en las mejores familias
Chocoaventura por
Rana Existencial
en
21:09
Debrayes
Sólo un ratito de Grinches
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