Después de 4 años y medio de disfrutar, adorar a mi hermoso
Yako, mi novio y yo decidimos que era hora de darle bienvenida a un nuevo
miembro a la familia: Matilda, una gordita que nos comentan rescatada en un
puesto de tacos en el que la estaba lastimando el taquero. Ya lleva dos meses
con nosotros. Obviamente todavía no se adoran Yako y ella, pero al menos no se
agreden, pueden comer juntitos sin broncas.
Es chistoso, aún tiene mañitas de la calle. Por ejemplo,
ningún bote de basura está a salvo en el piso, ataca la basura sin piedad ni
misericordia; tuvimos que colgar el de la cocina. Cuando salimos a pasear, va zigzagueando
buscando cualquier snack que pueda encontrarse por la banqueta tirado. Se pone
un poco loquita con los perros que topamos en el paseo, sobre todo cuando son
más grandes que ella, suponemos que se pone a la defensiva. Si está dormidita,
gruñe cuando Yako o Novio pasan cerca; instinto protector. Y por supuesto, como
no está acostumbrada a estar encerrada, tuve que esconder todas las almohadas
de la sala porque no estaban a salvo.
Fuera de eso es un amor. Una cachorrita de mi parecer año y
medio que te derrite (o manipula), con sus tiernos ojitos. Ya veremos cómo van
evolucionando, si van desapareciendo esos vestigios de la calle que todavía
trae. Tal vez hasta empiece a jugar con Yako como buenos hermanitos que algún
día serán.
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