Estaba en los United States, vacacionando como en ocasiones
anteriores. Era una ciudad del sur de California, tal vez San Diego, tal vez
Los Ángeles. En eso llegó la policía migratoria para arrestarme. ¿Arrestarme? Tenía
visa de turista y estaba turisteando, ¿qué ley estaba quebrando? Se los
expliqué, les enseñé mis papeles que por suerte los traía conmigo en ese
momento, aún así me esposaron y subieron a la patrulla. Obviamente no sabía qué
ocurría, los policías hablaban en cierto código, lo único que lograba entender
es como decían: “Afirmativo, ya la tenemos.” ¿Ya me tienen? ¿Me buscaban? ¡¿Qué
hice?!
Me llevaron a una diminuta celda oscura en alguna especie de
ministerio público gringo. No había luz, ni espacio, nada. No podía si quiera
moverme. Ni si quiera había podido hacer la reglamentaria llamada para pedirle
a algún que me consiguiera un abogado que me sacara de ahí. En algún momento
perdí el conocimiento, no supe si me quedé dormida o de plano me desmayé, lo
único que sé es que de repente ya no estaba encerrada, caminaba horribles
callejones en la oscuridad, escondiéndome entre sombre y sombra para que no
volvieran a encontrarme. Traía un arma conmigo, una pistola de largo alcance y
vestía licras negras tipo batichica. Me era fácil moverme sin ser vista,
meterme entre edificios o hasta a las alcantarillas, como si fuera algo de
todos los días, a pesar de estarme preguntando constantemente qué es todo esto,
de dónde viene esta habilidad.
Nunca supe cómo ni qué diablos, menos por qué. Mi conclusión
fue que era una agente secreto. . . que lamentablemente había perdido la
memoria.
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Imagen obtenida de The52Weeks |
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